No es necesario ofrecer ejemplos acerca de las consecuencias negativas
que se genera de ese perjudicial silencio de quienes tiene la potestad de
decidir acerca de una determinada situación, quienes detentan el poder, al
margen de específicos preceptos constitucionales, legales y reglamentarios, de
los más caros principios doctrinarios de una determinada Obediencia, muchas
veces caracterizados por la ausencia de
valores y principios éticos de quienes deben guiar la conducta de todos los
miembros asociados a su organización.
Ese silencio amparado en el poder se ha convertido en enfermedad
crónica, que afecta a un altísimo porcentaje de Grandes Oficiales, por
conveniencia, o por temor a quien sabe qué.
Muy pocos son los que se rebelan o alzan su voz disidente para, sin
éxito, intentar revertir ciertos acuerdos o decisiones arbitrarias, o bien la
negación de un pronunciamiento, prefiriendo el silencio cómplice que esa acción
genera.
El silencio de quienes tienen la potestad de influir en la toma de
decisiones permite que se modifiquen los rituales, se decreten acciones que
favorecen sólo a unos pocos, se expulse a quienes osan representar una opinión
contraria a los designios del líder, se hipoteca con ello el futuro de las
actuales y próximas generaciones de hermanos al negarles la interacción con
otras logias u otros ritos, sólo por pertenecer a otra corriente masónica, tan
o más validada en el concierto internacional, acaso es delito o pecado ser
discípulo de una logias que basa sus aprendizaje en las enseñanzas que
provienen de la masonería francesa, versus aquellos que siguen los postulados
de Inglaterra. Lo que debe importar es que la verdadera regularidad masónica
está dada por la Iniciación Masónica.
Consecuentemente suena a politiquería cualquier atisbo de insinuar
cambios que nunca llegan o que se tomar entre cuatro paredes, quien sabe con
qué mezquinos intereses.
Lamentablemente el silencio del poder es real y concreto, como también
lo es el de quienes se han dejado corromper por el facilismo. Cuando la
acumulación de silencios en tan breve lapso genera una incómoda sensación de no
pertenencia.
Toda Obediencia debe anular su silencio cómplice y estallar en un “no” rotundo a tantas decisiones arbitrarias y lesivas, ignorándose las reales urgencias; respeto a los Logias asociadas, respeto a los rituales, que no deben estar al arbitrio de quienes sólo buscar su minuto de fama, Es ampliamente conocida permanente deserción, son muchos los que se decepcionan al no recibir os que se les ofrece, al no encontrar la verdadera esencia de la Orden.
Toda Obediencia debe anular su silencio cómplice y estallar en un “no” rotundo a tantas decisiones arbitrarias y lesivas, ignorándose las reales urgencias; respeto a los Logias asociadas, respeto a los rituales, que no deben estar al arbitrio de quienes sólo buscar su minuto de fama, Es ampliamente conocida permanente deserción, son muchos los que se decepcionan al no recibir os que se les ofrece, al no encontrar la verdadera esencia de la Orden.
El silencio del poder forma parte fundamental del circo mediático
instalado en nuestro suelo para desviar la atención y confundir, drama
consolidado por el silencio cómplice de no pocos hermanos que pudiendo hacer
algo, prefieren callar, adhiriendo a la química mortal de la complicidad por
acción u omisión, que se traduce en conveniente sordera y bendición para el
silencioso y nefasto abuso del poder.
Santiago Martínez Mattos (Sanmarmat)
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