Santo cielo, en que Endriago os habéis convertido bendito G.M., ha quedado
en evidencia la carencia de infinita bondad y nobleza, tus actos demuestran que
tu santo es la amargura y vuestra seña la amarga soledad.
Afortunadamente llegó el día en que los hermanos se han liberado de tu odio
y que todo el reconcomio acumulado en tu ser se borrará sin dejar vestigio de tu
maldad, por fin llegará la anhelada fraternidad a cada rincón del sagrado recinto
de reunión. Daremos un pronto adiós al nefasto conductor de hombres, con el
deseo de que haga con su capa un sayo y que si le viene se lo acomode, con la
esperanza de no volver a verle gobernar como un rey sin corona, diciendo ser lo
que todos sabemos no será jamás.
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