El Ritual de Apertura y Clausura de una
Logia masónica es, junto a los catecismos, cuadro de dibujos y los símbolos que
hacen alusión a los trabajos de construcción, el único legado que la Masonería
actual ha heredado de la antigua masonería operativa.
Legado que ha permitido recrear y
perpetuar la descripción simbólica de la cosmogonía, y por consiguiente, la
posibilidad de acceder a su conocimiento y comprensión. Así lo fundamental del
Arte Real masónico, aquello que ejemplifica el proceso que conduce a ese
Conocimiento, se ha perpetuado en el tiempo.
Es, sin lugar a dudas y a decir de los
historiadores, la principal razón de que la Masonería continúe siendo una
tradición viva con todos los elementos necesarios para hacer efectiva la
realización espiritual en el corazón de todos sus miembros.
La Apertura comienza ritualmente al
comprobar la seguridad o protección de la misma. Es decir, dice relación con la
primera obligación del respectivo Vigilante, debido a que el templo deberá
estar a cubierto de quienes no han sido iniciado en los misterios y privilegios
de la masonería, lo que indica que se deberá estar libre de toda influencia
procedente del mundo profano.
Simbólicamente, esta cobertura asimila
el templo a la “Caverna Iniciática”, que nos acerca a la relación de la idea
cíclica de ocultación y repliegue de la doctrina tradicional de un lugar
inaccesible a las miradas de intrusos.
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